Sergio del Molino y un programa
de Salvados ilustran la realidad de la “España vacía”, una parte del país
despoblada y atrasada en muchos aspectos con respecto a la España urbana.
Esta realidad, consideraciones
nacionales aparte, es compartida por otros muchos en distintos continentes.
Lo demográfico y lo sociológico
nos lleva invariablemente a lo político.
En algunos países esta fisura está
siendo muy explotada en términos electorales (Trump, Le Pen). El discurso crea
la realidad o la realidad crea el discurso (o ambos) de una población rural
resentida y enfadada con el sistema, que les excluye.
Es fácil ver que esta estrategia
es exportable a nuestro país, con matices. ¿Por qué no está siendo el caso?
Tomemos el ejemplo de Castilla y
León, España profunda y vacía. Unas hipótesis.
Este descontento no puede ser
capitalizado por la derecha, que lleva décadas en el poder y ha contribuido
claramente a perpetuar esta dualidad.
Lo ideal sería que fuera la
izquierda la que lo hiciera, máxime cuando es el mismo capitalismo el que por
tendencia natural concentra la fuerza de trabajo y las infraestructuras en la
ciudad y abandona al medio rural.
La izquierda cuenta con el inconveniente
del sesgo conservador del medio rural, multifactorial (edad y otros). Este
sesgo es cuestionado por algunos autores.
Es la oportunidad para unas
fuerzas progresistas con unas buenas estrategias populistas, apelando a las
emociones (el arraigo, las tradiciones, los antepasados, la emigración
campo-ciudad), construyendo bien los antagonismos en el sistema capitalista y
no en la España urbana.
Si logran conectar con esta
realidad maximizarían sus posibilidades electorales y quizá, mucho más importante,
conseguirían abrir una grieta desde donde cambiar el signo político del medio
rural, tan decisivo en el reparto electoral, pues la Ley Electoral se diseñó potenciando
el peso rural, tradicionalmente conservador.
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